lunes, 30 de junio de 2014

Mirada serena

La volvió a ver.  Habían pasado diez años, pero ella parecía la misma.  Su risa seguía siendo tan cantarina como siempre y su cara todavía era dulce como un caramelo de fresa.  En cambio ella no le había reconocido.  Claro, con esa  pinta...  Su barca había tapado sus facciones y estaba tan delgado que podría echarse una siesta en el gatillo de una escopeta.  Ay... cuanto la había amado.  Pero el sentimiento no era un amor muy extraño porque una semana antes de la boda se largó.  Así sin más.  Tal cual.

Aquella noche  decidió dormir en otro sitio.  Estaba hasta el gorro de los gamberros que se reían de él y que le llamaban vagabundo de mierda.  Cogió sus escasas pertenencias y entró en un cajero automático.  Allí estaría resguardado del frío que el helaba hasta la sangre.  Ay... su Irene.  Su vida.  Y su desgracia.   Cuando ella le dejó,  empezó a plantearse su existencia.  Se quedó vacía por dentro.  No podía recordar el proceso, pero con cuarenta años se había convertido en un sin techo.

¡Daniel! ¡Daniel!.  Algo o alguien le sacudió.  ¿O era un sueño?.  Parecía ELLA.  ¿Me reconoces?.  Soy yo.  Soy Irene.  Te ha traído una manta.  ¡Sí!.  Es ella.  Me dejó plantado hace diez años y lo único que se le ocurre es traerme una manta.

Te he visto esta mañana.  Tu hermana me dijo que habías vuelto por aquí y la verdad es que no ha sido una sorpresa verte.  Te  esperaba- le dijo ella.
¡Y me has reconocido de esta guisa?.  Me imagino que te dio  vergüenza presentarme a tus amigos-  Ella no contestó, pero su forma de mirarle de arriba a abajo le dio la razón a él.
Daniel le advirtió que esas no eran horas para pasearse por ahí, porque hay gente muy rara suelta por el mundo, pero ella se sentó a su lado dejando que un montón de palabras brotaran de sus labios.  Le contó que había pensado mucho en él.  Que se había casado.  Que tenía un hijo.  Que le preguntaba a tu hermana qué era de tu vida.  Que si esto, que si lo otro, que si lo de más allá.  Él quería saber más.  Quería una respuesta a aquella pregunta que le mordía el corazón.  ¿Porqué?.

Irene comenzó con un emotivo llevo diez años sintiéndome culpable, pero esta mañana, cuando te he visto así...  Ya no tengo ese sentimiento.  No me mires así.  Tú siempre decías que yo era tu vida, que me querías más que a nada en el mundo.  Y en cambio, cuando empecé a hablar de boda y puse una fecha, las cosas ya no fueron igual.  Salió tu vena independiente y aventurera. La idea de vivir en una casa y de tener una familia no te gustaba nada.  Quería convencerme para comprar una caravana en lugar de un piso.  ¿Te acuerdas?.  Y querías que dejara mi trabajo para ir a ver mundo y dormir bajo las estrellas.  Intenté convencerme de que cambiarías, pero no...  Siento haber sido una cobarde, aunque si hubiera hablado contigo nunca te habría abandonado.  Te quería demasiado.

El la había escuchado con la boca abierta.  ¿Cómo le podía echar la culpa a él?.  ¿Qué más mentiras le iba a explicar?.  Y ella siguió hablando, y bla, bla, bla...  Acabó su discurso con un  ...Daniel, cuando puedas mírate en un espejo y verás que tengo razón.  Tus ojos nunca habían estado tan felices y serenos como ahora.  Y se fue.  El intentó volver a dormirse pero no pudo.  Salió del cajero.  Todavía era de noche.  En la calle solo vio dos policías municipales.  Uno de ellos le dijo si quería ir a una casa de acogida.  Hace demasiado frío para estar fuera.  No gracias, me gustar vagar.

Con la luz de una farola, se vio la cara reflejada en un escaparate.  Quizá sea verdad.  Parezco feliz.

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